El presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, reveló este lunes su intención de imponer aranceles de hasta el 25% a las importaciones provenientes de México y Canadá, con el objetivo de combatir el flujo de drogas y la migración ilegal, que el mandatario considera una “invasión”. En un mensaje a través de su red social Truth Social, Trump aclaró que estas medidas entrarán en vigor inmediatamente después de su retorno a la Casa Blanca el 20 de enero de 2025, sin período de gracia. Ante esto, el líder republicano expresó que uno de sus primeros actos presidenciales será firmar una orden ejecutiva para imponer estos aranceles, afectando a todos los productos provenientes de estos países. En su mensaje, Trump vincula la migración ilegal y el narcotráfico, asegurando que miles de personas cruzan las fronteras con el objetivo de ingresar a Estados Unidos, trayendo delincuencia y drogas. A pesar de sus declaraciones, no presentó pruebas que respalden sus acusaciones. Además, Trump anunció un aumento del 10% a los aranceles ya establecidos a los productos provenientes de China, como parte de su estrategia para frenar el narcotráfico, especialmente el fentanilo, y la migración ilegal que, según él, está desbordando la capacidad de las fronteras estadounidenses. Estas medidas, que han sido una constante en su discurso desde la campaña electoral, buscan fortalecer su imagen como protector de la industria nacional y la seguridad en el país, a la vez que continúa criticando la política migratoria del actual presidente Joe Biden.
El presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, ha dejado claro que uno de sus objetivos principales en un segundo mandato será implementar un programa masivo de deportación de inmigrantes indocumentados, algo que calificó como un pilar fundamental de su campaña. Según declaraciones recientes de fuentes cercanas a su equipo de transición, el enfoque inicial estaría dirigido a los inmigrantes con antecedentes criminales, una medida que ha generado preocupación entre las comunidades afectadas. Ante esto, el número de inmigrantes indocumentados en EE. UU. es significativo, con unos 11 millones estimados, muchos de los cuales provienen de países como México, El Salvador, India y Guatemala. Aunque la mayoría de los indocumentados no tiene antecedentes criminales, un informe reciente indicó que la tasa de detención por delitos violentos o de drogas es mucho más baja entre los inmigrantes indocumentados que entre los ciudadanos estadounidenses. Durante su primer mandato, Trump deportó a más de 1,5 millones de personas, y su equipo asegura que el ritmo será aún más rápido en el segundo mandato. Tom Homan, exdirector interino del ICE, ha señalado que las deportaciones serán más selectivas, pero las familias de estatus mixto, es decir, aquellas con miembros ciudadanos y no ciudadanos, también podrían verse afectadas. Además, el futuro de los llamados “soñadores”, inmigrantes que llegaron a EE. UU. siendo niños y están protegidos por el programa DACA, sigue siendo incierto. Aunque algunos de estos jóvenes gozan de protección temporal, Trump podría decidir tomar medidas más drásticas contra ellos, algo que podría desencadenar controversias a nivel político. En cuanto a los recursos, Trump está considerando declarar una emergencia nacional para facilitar la expansión de espacios de detención y la implementación de medidas más estrictas en la frontera. A pesar de las promesas de acción rápida, defensores de los derechos de los inmigrantes alertan sobre los devastadores efectos de estas políticas, que podrían separar familias y afectar a millones de personas que han vivido en EE. UU. durante años. Con el inicio de su segundo mandato el 20 de enero, Trump apunta a restaurar las políticas migratorias de su primer gobierno, desafiando los enfoques más relajados del presidente Joe Biden. Mientras tanto, los funcionarios del ICE y la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza aún no se han pronunciado sobre los posibles cambios.
En un gesto de respeto a las tradiciones democráticas, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, recibió este miércoles al mandatario electo Donald Trump en la Casa Blanca. El encuentro, llevado a cabo en el histórico Despacho Oval, estuvo enfocado en asegurar una transición de poder “lo más fluida posible” , según coincidieron ambos líderes. La reunión inició con un saludo cordial, en el que Trump afirmó: “La política es dura, pero hoy es un buen día”, destacando la importancia de un traspaso sin complicaciones. Por su parte, Biden respondió con un breve “de nada”, agradeciendo el gesto del magnate republicano. Este momento tiene un carácter histórico, ya que en 2020, tras la derrota de Trump en las elecciones, el entonces presidente saliente se negó a aceptar los resultados y no extendió la misma cortesía a Biden. En esta ocasión, Biden d ecidió cumplir con la tradición presidencial e invitó a Trump a la Casa Blanca para facilitar el proceso de cambio de administración. Aunque el encuentro fue breve y no contó con intervenciones de los medios de comunicación, ambos líderes reafirmaron su compromiso de asegurar un traspaso de poder eficiente y sin contratiempos, un pilar fundamental en la democracia estadounidense. Este gesto marca un importante contraste con los eventos de los últimos años, subrayando la voluntad de mantener la estabilidad política en un momento clave para el país.
En las próximas elecciones presidenciales de Estados Unidos, los principales contendientes, Kamala Harris y Donald Trump, enfrentan una reñida competencia. La lucha por cada estado y cada voto se ha intensificado, y aunque cada candidato busca una victoria clara, existe la posibilidad de que el resultado final termine en un empate. Con 538 votos en el Colegio Electoral, se necesita una mayoría de 270 votos para ganar, pero el sistema permite la posibilidad de un empate técnico con 269 votos. Si este empate ocurriera, la Enmienda 12 de la Constitución de EE.UU. define el mecanismo para elegir al presidente en estos casos: una elección contingente realizada por la recién elegida Cámara de Representantes. Este proceso tendría lugar el 6 de enero, durante la sesión conjunta del nuevo Congreso, que se elige en paralelo a la presidencia. En esta votación, cada estado cuenta con un voto, sin importar su tamaño poblacional. Esto significa que estados de baja población como Wyoming tienen el mismo peso que los grandes estados como California, lo cual genera controversia. Para definir al presidente se requiere una mayoría simple de 26 estados. En paralelo, el Senado seleccionaría al vicepresidente en una votación aparte. Este escenario, aunque improbable en tiempos modernos, ya ha ocurrido en la historia estadounidense en 1800 y 1824. En la actualidad, hay siete estados clave donde las encuestas aún no ofrecen una inclinación clara hacia ninguno de los candidatos: Arizona, Carolina del Norte, Georgia, Michigan, Nevada, Pensilvania y Wisconsin. Estos estados, que suman 93 votos electorales, podrían ser el factor decisivo. Finalmente, diversos análisis, como el del sitio web 270toWin, han planteado posibles combinaciones de victorias estatales que podrían llevar a un empate en el Colegio Electoral. En algunos de estos escenarios, Trump necesitaría triunfos en estados como Pensilvania y Georgia, mientras Harris podría ganar en Arizona, Carolina del Norte y otros estados disputados. Aunque improbable, el empate sigue siendo una posibilidad que podría colocar la decisión final en manos del Congreso.
Este lunes, la vicepresidenta Kamala Harris y el expresidente Donald Trump realizaron sus últimos eventos de campaña en los estados que serán decisivos en las elecciones presidenciales de Estados Unidos. Mientras Harris llamó a la unidad y al cambio, Trump intensificó sus ataques, con discursos que incluyeron acusaciones sin evidencia de fraude electoral por parte del Partido Demócrata. Trump visitó tres estados clave — Pensilvania, Carolina del Norte y Georgia — en un intento por consolidar el apoyo de su base en territorios que serán cruciales para su victoria. Su discurso, marcado por una retórica violenta y ofensiva hacia su oponente y el partido rival, incluyó comentarios sobre su derrota en 2020 y una controversia sobre las máquinas de votación. El exmandatario afirmó, sin pruebas, que los demócratas estánintentando robar esta maldita elección, lo que generó reacciones de preocupación en círculos políticos y en medios nacionales. Por su parte, Harris optó por una campaña de contacto directo con los votantes en Michigan, uno de los estados más disputados. En un discurso ante votantes en una barbería y un restaurante de comida local, la vicepresidenta evitó mencionar a Trump, enfocándose en cambio en su visión de un nuevo comienzo para el país. Harris también buscó ganarse el apoyo de la influyente comunidad árabe-estadounidense de Michigan, prometiendo acciones concretas para contribuir a la paz en Gaza, un tema de alta sensibilidad en esa región. Ante esto, los esfuerzos de última hora por atraer a votantes árabes y musulmanes han sido una prioridad para ambos candidatos. Trump, en un evento reciente en Georgia, señaló que Harris no obtendría buenos resultados entre este grupo, haciendo alusión a la colaboración de la excongresista republicana Liz Cheney con la campaña de la vicepresidenta. Este último día de campaña refleja la profunda división en el país, con ambos candidatos representando visiones opuestas para el futuro de Estados Unidos. Mientras los estadounidenses se preparan para votar, los analistas coinciden en que esta elección será una de las más reñidas y polarizadas en la historia reciente.
El presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, reveló este lunes su intención de imponer aranceles de hasta el 25% a las importaciones provenientes de México y Canadá, con el objetivo de combatir el flujo de drogas y la migración ilegal, que el mandatario considera una “invasión”. En un mensaje a través de su red social Truth Social, Trump aclaró que estas medidas entrarán en vigor inmediatamente después de su retorno a la Casa Blanca el 20 de enero de 2025, sin período de gracia. Ante esto, el líder republicano expresó que uno de sus primeros actos presidenciales será firmar una orden ejecutiva para imponer estos aranceles, afectando a todos los productos provenientes de estos países. En su mensaje, Trump vincula la migración ilegal y el narcotráfico, asegurando que miles de personas cruzan las fronteras con el objetivo de ingresar a Estados Unidos, trayendo delincuencia y drogas. A pesar de sus declaraciones, no presentó pruebas que respalden sus acusaciones. Además, Trump anunció un aumento del 10% a los aranceles ya establecidos a los productos provenientes de China, como parte de su estrategia para frenar el narcotráfico, especialmente el fentanilo, y la migración ilegal que, según él, está desbordando la capacidad de las fronteras estadounidenses. Estas medidas, que han sido una constante en su discurso desde la campaña electoral, buscan fortalecer su imagen como protector de la industria nacional y la seguridad en el país, a la vez que continúa criticando la política migratoria del actual presidente Joe Biden.
El presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, ha dejado claro que uno de sus objetivos principales en un segundo mandato será implementar un programa masivo de deportación de inmigrantes indocumentados, algo que calificó como un pilar fundamental de su campaña. Según declaraciones recientes de fuentes cercanas a su equipo de transición, el enfoque inicial estaría dirigido a los inmigrantes con antecedentes criminales, una medida que ha generado preocupación entre las comunidades afectadas. Ante esto, el número de inmigrantes indocumentados en EE. UU. es significativo, con unos 11 millones estimados, muchos de los cuales provienen de países como México, El Salvador, India y Guatemala. Aunque la mayoría de los indocumentados no tiene antecedentes criminales, un informe reciente indicó que la tasa de detención por delitos violentos o de drogas es mucho más baja entre los inmigrantes indocumentados que entre los ciudadanos estadounidenses. Durante su primer mandato, Trump deportó a más de 1,5 millones de personas, y su equipo asegura que el ritmo será aún más rápido en el segundo mandato. Tom Homan, exdirector interino del ICE, ha señalado que las deportaciones serán más selectivas, pero las familias de estatus mixto, es decir, aquellas con miembros ciudadanos y no ciudadanos, también podrían verse afectadas. Además, el futuro de los llamados “soñadores”, inmigrantes que llegaron a EE. UU. siendo niños y están protegidos por el programa DACA, sigue siendo incierto. Aunque algunos de estos jóvenes gozan de protección temporal, Trump podría decidir tomar medidas más drásticas contra ellos, algo que podría desencadenar controversias a nivel político. En cuanto a los recursos, Trump está considerando declarar una emergencia nacional para facilitar la expansión de espacios de detención y la implementación de medidas más estrictas en la frontera. A pesar de las promesas de acción rápida, defensores de los derechos de los inmigrantes alertan sobre los devastadores efectos de estas políticas, que podrían separar familias y afectar a millones de personas que han vivido en EE. UU. durante años. Con el inicio de su segundo mandato el 20 de enero, Trump apunta a restaurar las políticas migratorias de su primer gobierno, desafiando los enfoques más relajados del presidente Joe Biden. Mientras tanto, los funcionarios del ICE y la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza aún no se han pronunciado sobre los posibles cambios.
En un gesto de respeto a las tradiciones democráticas, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, recibió este miércoles al mandatario electo Donald Trump en la Casa Blanca. El encuentro, llevado a cabo en el histórico Despacho Oval, estuvo enfocado en asegurar una transición de poder “lo más fluida posible” , según coincidieron ambos líderes. La reunión inició con un saludo cordial, en el que Trump afirmó: “La política es dura, pero hoy es un buen día”, destacando la importancia de un traspaso sin complicaciones. Por su parte, Biden respondió con un breve “de nada”, agradeciendo el gesto del magnate republicano. Este momento tiene un carácter histórico, ya que en 2020, tras la derrota de Trump en las elecciones, el entonces presidente saliente se negó a aceptar los resultados y no extendió la misma cortesía a Biden. En esta ocasión, Biden d ecidió cumplir con la tradición presidencial e invitó a Trump a la Casa Blanca para facilitar el proceso de cambio de administración. Aunque el encuentro fue breve y no contó con intervenciones de los medios de comunicación, ambos líderes reafirmaron su compromiso de asegurar un traspaso de poder eficiente y sin contratiempos, un pilar fundamental en la democracia estadounidense. Este gesto marca un importante contraste con los eventos de los últimos años, subrayando la voluntad de mantener la estabilidad política en un momento clave para el país.
En las próximas elecciones presidenciales de Estados Unidos, los principales contendientes, Kamala Harris y Donald Trump, enfrentan una reñida competencia. La lucha por cada estado y cada voto se ha intensificado, y aunque cada candidato busca una victoria clara, existe la posibilidad de que el resultado final termine en un empate. Con 538 votos en el Colegio Electoral, se necesita una mayoría de 270 votos para ganar, pero el sistema permite la posibilidad de un empate técnico con 269 votos. Si este empate ocurriera, la Enmienda 12 de la Constitución de EE.UU. define el mecanismo para elegir al presidente en estos casos: una elección contingente realizada por la recién elegida Cámara de Representantes. Este proceso tendría lugar el 6 de enero, durante la sesión conjunta del nuevo Congreso, que se elige en paralelo a la presidencia. En esta votación, cada estado cuenta con un voto, sin importar su tamaño poblacional. Esto significa que estados de baja población como Wyoming tienen el mismo peso que los grandes estados como California, lo cual genera controversia. Para definir al presidente se requiere una mayoría simple de 26 estados. En paralelo, el Senado seleccionaría al vicepresidente en una votación aparte. Este escenario, aunque improbable en tiempos modernos, ya ha ocurrido en la historia estadounidense en 1800 y 1824. En la actualidad, hay siete estados clave donde las encuestas aún no ofrecen una inclinación clara hacia ninguno de los candidatos: Arizona, Carolina del Norte, Georgia, Michigan, Nevada, Pensilvania y Wisconsin. Estos estados, que suman 93 votos electorales, podrían ser el factor decisivo. Finalmente, diversos análisis, como el del sitio web 270toWin, han planteado posibles combinaciones de victorias estatales que podrían llevar a un empate en el Colegio Electoral. En algunos de estos escenarios, Trump necesitaría triunfos en estados como Pensilvania y Georgia, mientras Harris podría ganar en Arizona, Carolina del Norte y otros estados disputados. Aunque improbable, el empate sigue siendo una posibilidad que podría colocar la decisión final en manos del Congreso.
Este lunes, la vicepresidenta Kamala Harris y el expresidente Donald Trump realizaron sus últimos eventos de campaña en los estados que serán decisivos en las elecciones presidenciales de Estados Unidos. Mientras Harris llamó a la unidad y al cambio, Trump intensificó sus ataques, con discursos que incluyeron acusaciones sin evidencia de fraude electoral por parte del Partido Demócrata. Trump visitó tres estados clave — Pensilvania, Carolina del Norte y Georgia — en un intento por consolidar el apoyo de su base en territorios que serán cruciales para su victoria. Su discurso, marcado por una retórica violenta y ofensiva hacia su oponente y el partido rival, incluyó comentarios sobre su derrota en 2020 y una controversia sobre las máquinas de votación. El exmandatario afirmó, sin pruebas, que los demócratas estánintentando robar esta maldita elección, lo que generó reacciones de preocupación en círculos políticos y en medios nacionales. Por su parte, Harris optó por una campaña de contacto directo con los votantes en Michigan, uno de los estados más disputados. En un discurso ante votantes en una barbería y un restaurante de comida local, la vicepresidenta evitó mencionar a Trump, enfocándose en cambio en su visión de un nuevo comienzo para el país. Harris también buscó ganarse el apoyo de la influyente comunidad árabe-estadounidense de Michigan, prometiendo acciones concretas para contribuir a la paz en Gaza, un tema de alta sensibilidad en esa región. Ante esto, los esfuerzos de última hora por atraer a votantes árabes y musulmanes han sido una prioridad para ambos candidatos. Trump, en un evento reciente en Georgia, señaló que Harris no obtendría buenos resultados entre este grupo, haciendo alusión a la colaboración de la excongresista republicana Liz Cheney con la campaña de la vicepresidenta. Este último día de campaña refleja la profunda división en el país, con ambos candidatos representando visiones opuestas para el futuro de Estados Unidos. Mientras los estadounidenses se preparan para votar, los analistas coinciden en que esta elección será una de las más reñidas y polarizadas en la historia reciente.